UN BLOG EN EL MÁS ALLÁ
Pronto hará casi tres meses que no te miro la cara, te esquivo, te evito, te eludo. Asquerosamente te extraño y, tu olor, desvaneciéndose en el rastro de una toalla, me alivia y me despierta mis demonios al mismo tiempo. ¿Qué has hecho de mí? ¿En qué ser despreciable y ruin me has convertido? ¿Por qué me reconforta el sonido de tu puerta al cerrarse casi tanto como la idea de encontrarte frente a mí, limpio, sereno, apaciguado y fraterno? No, no es eso, no es la falta de entendimiento, no es mi carácter verdadero ni el tuyo seco los que forjaron este camino áspero, impenetrable y necesario de espinas; ni siquiera lo han sido las distintas percepciones del todo de cada uno que quisimos alguna vez juntar en un algo común, tampoco. Es posible que tú también busques desatinándote en tu ser las razones de esta sinrazón, es posible, pero no es probable… probablemente no lo harás. Tu convicción cegada y tu egoísmo irracional te estarán diciendo a voces, chirriando y estallando en los tímpanos de tu alma, que soy yo, que yo soy la daga que injustamente te atraviesa el pecho cada día mientras camino por el pasillo como un ladrón de guante blanco para que no me percibas, que soy ya la que reniega de ti cada vez que aguardo tras mi alcoba tu partida para hacer mi vida, que soy yo quien mancilla tu orgullo siempre que deambulo como un ente silencioso por el hogar que me diste. Y nunca lo tuve, aún lo espero, lo anhelo, lo preciso y lo venero sin saber siquiera qué es, porque ha de ser hermoso, ha de ser caliente en los inviernos y fresco en los veranos, dulce en mis amarguras y tenue en mis escándalos. Tú has de ser mi padre y yo he de ser tu hija, así ha de ser y así me duele y me aniquila. Y mientras, porque el tiempo jamás se detiene, yo me hago más y más mayor y tú, tú que tampoco te detienes, envejeces y envejeces… y mi aniquilación se hace grande como mi madurez y dolorosa como tu vejez…
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