Mi Campo de Girasoles

viernes, 11 de noviembre de 2011

ESA VOZ QUE SÓLO YO OIGO... ¿ES UN SUCEDÁNEO... ?


Fui de sucedáneos casi desde siempre. Yo no tuve Barbie, tuve Darling, que era una chava rubia, con más carne plasticosa que la Barbie y con menos tetas que ella y que, para más inri, tenía dos pies que eran dos barcas; tampoco tomaba Coca Cola, yo era de Casera (un vaso al día de los de toda la vida, no era de tubo, era rechoncho y bajito, de los del café de la sobremesa); las zapatillas de deporte para el cole se las compraba mi madre al bizco, que era un señor de mirada difícil que colocaba cada día su puesto de zapatos y babuchas en la trascuesta de la plaza de abastos, no tuve Adidas, ni Nike, ni Reebok hasta muy tarde ( exceptuando unas J´hayber que heredé de mi hermano y este de mis primos y que, probablemente, calce hoy algún chaval en alguna parte del mundo. Carne de perro eran ) Mi Colacao era cacao soluble Vivó, la marca del supermercado de pueblo de siempre, del que se atrevió en aquellos años a abrir un supermercado, también rojo y amarillo el bote, claro, y el primer perro que tuvimos en casa era eso, un perro, no llevaba chip ni pedigree pero tenía unos pelos largos color canela que requerían un aseo exhaustivo con champú de un bote grande y aparatoso en el que únicamente se leía “champú familiar”. A este perro nunca se le cayó pelo, a mí tampoco. A pesar de que en casa nunca se celebró escandalosamente la Navidad, solíamos comprar una vez al año una botellita de sidra El Gaitero que, según me explicó mi madre, era exactamente lo mismo que el cava de los anuncios… y así, generalizando, me crié en un imperio de similares cosas y de plasmados materialismos a los que existían allá afuera, detrás de la muralla que delimitaba mi reino, nuestro reino.

Sin embargo, se forjó en mi, sucedáneo tras sucedáneo y abrazo tras abrazo, risa tras risa, mirada tras mirada, complicidad tras complicidad, una denominación de origen con sello de calidad que todavía hoy perdura y que, como cualquier legado que se precie, vivirá por siempre. No estoy abierta a venta de derechos de autor en ese sentido ni tengo afán alguno de padecer modificación que lo mejore. Mi denominación de origen es tan mía como la vuestra y ya sabéis de lo que estoy hablando y, si no es así, habéis dado con el blog erróneo, que no errado.