EL DÍA QUE ME SENTÍ GRANDE
Mi corazón se encogió para luego volver a latir con más fuerza; habían sido meses de desesperación y desatino, de locos avatares y pensamientos inciertos, viví situaciones del alma extremas, alentadas unas veces y coartadas otras muchas por mi mente en gran medida responsable y madura. Llegué a ser como la ceniza que cae desde el coche y al rozar el aire vuelve al habitáculo motor, poniéndolo todo perdido... para luego desboronarse en la nada; giré y volví a girar una y otra vez sobre mi propio eje, consiguiendo únicamente fatigarme cada vez más y al mismo tiempo marear a cuantos se acercaban a mi. Sentí que mi vida se escurría por un desagüe mohoso sin hacer nada para detenerla. Caía la lluvia de igual manera, arrastrando las huellas furtivas de dos caminantes que aun estando cerca se buscaban con los ojos por una calle cualquiera de una ciudad al azar. Ni las gotas más frías y pesadas como el plomo ni el miedo a un lunes inminente plagado de luces y sombras pudieron detener aquéllo. Un vértigo mágico lo inundó todo sin dejar siquiera espacio en mis pulmones para que entrara el aire; se formó una masa etérea en la que dos eran uno. Mi alma se erizó y al sentirme tan diminuta y vulnerable comprendí lo grande que podía llegar a ser... mi corazón se encogió para luego volver a latir con más fuerza.
Etiquetas: boba
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