Mi Campo de Girasoles

domingo, 16 de marzo de 2008

LA OTRA CARA DE LA VIOLENCIA


La violencia es una lacra y es deleznable sin lugar a dudas, pero quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. "Hija de puta". No paré de repetir estas palabras en mi mente durante las casi nueve horas seguidas que estuvo aquella mujer gallega charlando sin parar en el autobús. Madre del amor hermoso!, no me lo podía creer... era un viaje largo, cansado, incómodo y, como ya he dicho, de nueve horas de autobús. Aquella vieja irreverente sentada un par de filas detrás de mi empezó a hablar con su compañera de asiento a la media hora de arrancar el autobús. La primera hora me pareció normal... al fin y al cabo cada uno se distrae como puede, eran las cinco de la tarde y unos hacían crucigramas, otros veían la película de videoclub tercermundista que amablemente supongo nos puso el conductor, algunos cabeceaban, yo jugaba con la Nintendo... y aquella tía de los cojones charlaba como una cotorra. La primera vez que la oí me resultó incluso gracioso, era una gallega cerrada en el habla, probablemente de una aldeíta encantadora en la que, dicho sea de paso, se podría haber quedado para siempre. Solté la Nintendo, cogí el ipod y empecé a escuchar Motörhead a un volumen satánico, casi me rompo los tímpanos por no escuchar la voz del loro gallego. Pronto me empezó a doler la cabeza y tuve que apagar el ipod... y ahí seguía ella... era increíble, llegué a pensar que respiraba por branqueas como si fuera un pez, puesto que entre palabra y palabra no dejaba lugar siquiera para tomar aire... "hija de puta" empecé a repetir en mi cabeza mientras me imaginaba a mi misma levantándome por el pasillo del autobús y asestando a aquella mujer un sopapo en toda la boca.

Su acompañante, gallega también, se limitaba a soltar de vez en cuando un extraño "si, si, si..." Todavía me estoy preguntando si es que la del "si, si, si" llevaba tapones o era una reencarnación del Santo Job...


El caso es que, a eso de las once de la noche y restando aún dos horas y medias para bajar de aquel autobús del infierno, empecé a sentirme desesperadamente violenta. Jamás, y recalco jamás, le hubiera hecho daño real a esa persona pero juro por la tumba de mis ancestros que la imaginé muerta o al menos inconsciente en más de una ocasión...


En definitiva, la violencia existe porque existen las personas. Lo que yo sentía era violencia. Contado así, resulta cómico pero, ¿creéis que lo que siente un asesino antes de cometer un crímen no es algo parecido? no lo sé, la verdad, pero creo que el secreto está en canalizar esa violencia, es decir, en transformarla en otra cosa, preferiblemente en alguna virtud. Por desgracia, muchos no saben o no pueden canalizar su agresividad y por eso suceden tantas atrocidades...


En fin, que cuando me bajé en Salamanca, dejé a aquella señora allí, zarandeando las mandívulas alegremente, no sin antes girarme hacia ella y decirle con ese tonito andaluz gracioso que a veces me caracteriza "qué disparate de viaje chiquilla...estará usté agotá"