MUCHA MIERDA
Hace ya tiempo, unos cuantos años, y dado a que suelo escribir sobre aquello que me inquieta, titulé un post "Entre bambalinas". ( http://micampodegirasoles.blogspot.com.es/2007/12/entre-bambalinas.html ) En él hacía alusión a la desagradable sensación de estar en el mundo sin participar en él, es decir, al vértigo quieto de quien aguarda en el banquillo o entre bambalinas en este caso, a que llegue su turno.
Recuerdo el momento de la redacción del post más amargo que dulce y más resignado que reivindicativo; mis sentimientos hablaban sobre vidas que aún no comenzaron y sobre actores secundarios envidiosos, no siempre sanamente, de aquellos que ya lucían dotes en el escenario.
En aquel momento de mi existencia me habría cortado tres dedos de una mano por sentirme en escena, yo misma me los habría amputado uno a uno; me sentía tan prescindible en mi obra que apenas podía soportar el hecho de que avanzara sin más mientras mis ojos lacónicos se secaban observando detrás de la cortina. El caso es que no sé cuántas funciones han acontecido ya desde entonces, pero sí sé que de un tiempo a esta parte no sólo traspasé las bambalinas sino que también pisé el lugar del protagonista. De hecho, debía de llevar melaza en los zapatos porque, aún no sé si será miedo escénico, pero no he sido capaz de moverme de la tarima principal.
Y no, no tengo apuntador, ni atrezzo, ni bufones que distraigan al público ante mi mala dicción, ni expectación apalabrada, es decir, quienes vinieron a ver este espectáculo no se mueven bajo la consideración de la familia o del fan comprado... ni mucho menos; se limitan a abrir los ojos, los oídos, los poros y, a ratos, a expresar agrado, desagrado o apatía según mi oferta.
Ahora, más que nunca, recuerdo una frase que alguna vez leí: ten cuidado con lo que deseas porque puede convertirse en realidad... y tanto. Deseé vivir con tantas ganas que a veces siento que si el telón no cae yo misma podría alargar la mano y hacerlo bajar... pero entre que soy una enana de escaso metro y medio y entre que mis pies quedaron, como he dicho, sellados con la miel amarga y pastosa que ahora me ata al suelo, no veo otra opción más que terminar lo que ya ha empezado.
Ahora sí, me guste o no, tengo un papelón en esta obra, ya no hay momento para backstage ni para enjuagarse la cara. Sólo espero, aunque me lleve la vida, culminar en aplauso, aunque éste suene liviano y caprichoso procedente únicamente de un par de manos.
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