Mi Campo de Girasoles

sábado, 21 de abril de 2012

EL GIRASOL QUE LO ES SIEMPRE MIRA LA LUZ

Llegué a creerme tan poderosa y tan fuerte que nunca me imaginé aquí, desparramando palabras y aliviando mis pesares del alma como una vagabunda de los sentimientos, como una ardilla que no sabe dónde soltar su bellota o como un capo de la mafia que no sabe ante quién derramar una lágrima. Ahora, en cambio, no sólo sé que ni fuerte ni poderosa soy, sino que además ni esperar puedo a un recipiente donde vaciar mis agonías porque, de hecho, se me van cayendo a cada paso, en cada pestañeo y en cada suspiro. Precisamente ahora que lo escribo, acabo de percatarme de que caminar, pestañear y suspirar son actos involuntarios, ya que no he querido hacer nada de las tres cosas en los últimos tiempos y sin remedio las hago...

Nunca he sabido disfrazarme, a pesar de que me ha gustado siempre hacerlo; siempre se me ha visto la carne y hasta el alma cuando he querido ataviarme de plumas y brillantina, pero no siempre encontré la opinión asertiva de un espectador coherente. Y, a veces, a ratos, culpo al mundo a pesar de que, quizás, debiera culparme a mí misma por haber intentado ser quien no era. Pero, aún así, creo que lo moral está, debe estarlo al menos, por encima de lo lógico y, aún pareciendo lógico el hecho de descolgar un disfraz de una percha, es decir, sin presiones aparentes ni amenazas vitales, ¿acaso no había más moralidad silenciosa en quien me observaba mientras me ataviaba que en mí misma? Maldigo a los que callaron, maldigo sus silencios, su prudencia, sus miedos, sus suposiciones, sus comodidades a la hora de creer que ya vendrían a mí las realidades a la cara; maldigo sus temores, sus irresponsabilidades, sus desidias y su egoísmo. Y sé que maldecir no es más que un desahogo vano, pasajero, estúpido... que quedaría corroyéndose bajo el moho del rencor si no fuera porque, a pesar de todo, me quedan ganas de reinventar. Está claro que me inventaron débil, dependiente, frágil, cínica, prejuiciosa, altanera - con coraza - , llorona silenciosa y vividora porque sí. La vida, por mucho que nos empeñemos en gobernarla, viene a veces, más de las que queremos, como le da la gana... y no iba a ser menos para mí. Nada más tomé conciencia de empezar a vivir me emocioné tanto que, como casi todos, pensé que llevaba las riendas, hasta que, tras varias coces, no pude hacer más que intentar mantener el equilibrio.

Sigo siendo débil, dependiente, vulnerable, temerosa, incompleta, frágil, menos cínica, algo prejuiciosa, altanera - con menos coraza -, llorona ( a gritos ) y vividora por algo al fin. Digamos que, a pesar del automatismo de mis pasos, mis pestañeos, y mis suspiros, ahora sé por qué vivo y, aunque nadie me lo recuerde, me gusta decirme a mí misma: "nena, hemos avanzado algo..., sigue".