Mi Campo de Girasoles

domingo, 25 de marzo de 2012

HASTA QUE LO HÍBRIDO NOS SEPARE


Es raro que me dedique únicamente a hacer una sola cada vez, esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes; inconvenientes sobre todo cuando la segunda cosa que estás haciendo es pensar y pensar y pensar en algo que no tiene absolutamente nada que ver con lo que te encuentras acometiendo y ventajas porque de estar solamente pendiente de un solo menester me estaría perdiendo otro seguramente interesante. Con todo esto, sucedió el otro día que mientras hablaba con una amiga, las dos paradas sobre la acera, se colocaron en mi punto de mira una pareja de ancianos, alto él, robusto y con bastón y audífono; menuda ella, agarrada a su brazo y de piernas finas. Pararon justo enfrente de nosotras a descansar con la escusa de él de leer el anuncio publicitario en un lateral de la parada del autobús. Enseguida sentí curiosidad por seguir observándolos hasta meterme en sus entrañas, pero bueno, estaba hablando con una buena amiga y aplacé la contemplación. A mi amiga le sonó el móvil, “perdona” dijo, “nada” dije yo, y me dediqué en exclusiva a disfrutar de la parada de los dos ancianos. Él leía el anuncio en voz alta, quebrada y solemne por la edad, y decía exactamente y muy despacio, como aprendiendo a leer “tres … mil ocho, … ibri … cuatro… …. el primer hí… bri…do diesel del… mundo” Volvió a leerlo, sentí compasión al ver su cara… a veces no sé si sentir compasión es bueno o malo, en realidad nunca he tenido muy claro qué es la compasión, no me gustaría que fuera sentirse superior a nadie, porque a veces tengo la sensación de que siento eso y no me gusta, me refiero a que yo veía que aquel hombre se quedaba a cuadros o descuadrado ante lo que veían sus ojos e interpretaba su cerebro frente a aquel cartel y, no sé, lo veía un poco perdido en un mundo que avanzaba deprisa frente a su organismo lento. Sentí la enorme necesidad de acercarme y explicarle que aquello era un coche híbrido, es decir, que con un solo motor podía funcionar con combustible y también de forma eléctrica. Se me movió un pie al frente y se me puso, seguramente, esa cara que se me pone cuando me voy a acercar a ayudar a alguien, creo que es una mezcla entre apuro y “a ver cómo le sienta”, entonces la señora le tiró del brazo como queriendo reanudar la marcha y él, un marido de los de toda la vida, de los que viven para ser el marido de su señora y de esos que les explican las cosas a sus mujeres desde el cariño de un hombre que, como cabeza de familia, siempre la tendrá al corriente de las cosas de la vida que ella como mujer, en su machismo respetuoso – porque creo que ese tipo de machismo existe y no es más que un modo de vida impreso en los poros de varias generaciones – no alcanza a entender. “Es la marca del coche” le dijo, “vamos, mujer”. Me enternecí hasta el punto de querer ir a abrazarlo, no sé si me pilló ovulando, pero me sobrecogió la manera tranquilizadora con la que el anciano inventó una respuesta, aun estando desconcertado por lo que acababa de leer, para aliviar el desconcierto de ella. Él reanudó la marcha con una cara resignada, probablemente fruto de la aceptación de que a esas alturas de su vida y su vejez ya había asuntos a su alrededor que se escapaban a su entendimiento y que, seguramente, ya nadie le explicaría; y ella, menudita y chica, prosiguió andando cogida de su brazo con una sonrisa en sus ajados labios y orgullosa de su marido.