LOS ORGULLOSOS...¿VAN AL "CIELO" CUANDO LES TOCA... O CUANDO QUIEREN?
Ya lo sospechó y hasta se
atrevió a enunciarlo Einstein, disléxico como yo por cierto: sólo el universo y
la estupidez humana son infinitos… y tanto. Es asquerosamente increíble
comprobar hasta dónde puede llegar el orgullo de la mano de la estupidez en un
ser humano… Tengo yo una vecina en mi edificio a la que se la conoce como
“Fulanita la del x” ,siendo fulanita su nombre y x el nombre de su perro ( esto ya dice
mucho de una persona, más que otra cosa porque digo yo que ser conocido por tu
perro – que yo tengo uno – es un orgullo, pero que te conozcan por méritos
propios tiene que ser más sano, no?) Total, que esta tipa una vez tuvo un
percance conmigo y con mi madre y digo tuvo porque lo tuvo ella, nosotras
únicamente nos vimos arrastradas en el aborigen propio de su talante bajuno y
mentalmente cerrado. El caso es que su pequeño can estaba más salido que el
Tato, que no sé quién es pero le ha tocado, y ella, muy de barraca y de
mentalidad inframundista, acostumbraba y acostumbra a vivir con la puerta de su
casa abierta ( supongo que para airearla, para dejar salir los olores de sus
guisos y los del fregasuelos… qué sé yo, manías de la gente ) y claro, el pequeño
perro, ser incívico y caliente donde los hubiera, caminaba por los pasillos de las zonas comunes
como perro por su casa… hasta parar en mi puerta para echar una consiguiente
meada que venía a decir algo así como “Pupi… te deseo” ( Pupi es mi niña, mi
perrita ) Decir que Pupi, ovulando o no, o lo que es lo mismo, con celo o sin
él, siempre ha estado bajo la responsabilidad de los míos y la mía misma, es
decir, nunca la habrá visto nadie zorreando por ahí… Con lo cual, digo yo, ¿es
lícito consentir que el perro de la vecina día sí y día también venga a mearte
la puerta? ¿fuimos muy tiquismiquis cuando educadamente le sugerimos que se
metiera el perro en alguna parte donde a éste le resultara difícil hincharnos la
madera de nuestra humilde puerta aglomerada debido a tanta humedad
procedente de sus partes nobles, peludas y caninas? Yo creo que no, la verdad…
Pues se ve que esta señora muy señoreada es de las que conciben el mundo como
el sitio donde les ha tocado vivir rodeada de “otros seres” que ojalá no
estuvieran… pues reina, te vas a fastidiar, porque somos muchos y los metros cuadrados
están caros.
Un día, entrando yo en
casa con mi princesa linda sujeta a su correa no menos linda, su perro babeante,
salvaje y erecto se abalanzó sobre mi peluda muñeca y yo, cansada ya de ser
educada y diplomática, dije secamente “puto perro salido, tira ya… coooooño…!”
mientras con zapato veraniego – que podría haber sido peor – lo invitaba a
desplazarse unos metros más allá. Ella, su ama, porque estas personas no son
dueñas, ni madres, ni responsables de sus mascotas, simple y llanamente son
amas, amas y señoras de todo cuanto las rodean, con su pulgar y
su índice asquerosos y rechonchos se secó las comisuras de su sucia boca, se acercó
a mí y, con ese tono agudo y raro que usa este tipo de gente dijo: “¿qué la
disho tú a mi peerroooo…….?” a lo que yo contesté más cínica imposible y, por
supuesto, levantando mi ceja izquierda: “perro salido, por…?”. Lo que vino
después estuvo bien, me habría gustado que alguien lo hubiese filmado. Yo cogí
en brazos a mi perra, se la di a mi madre ( todo esto con una parsimonia y una
tranquilidad de hija de puta total ) y acto seguido le dije a mi progenitora “mami,
entra en casa, ahora te veo” a lo que mi madre más descompuesta que tranquila contestó “Nurita, por Dios…”, “por
dios ( en minúsculas, porque en ese momento yo no pensaba en divinidades
ninguna ) y por la vírgen, tú entra que ahora voy” y, lo que es una madre… cómo
me conocía… y cómo se fiaba de mí...! para dentro se fue y allí me quedé yo, mano a
mano con la tía mierda esta. “Que no cé yo que zabrei creío uhtede… tanta
tontería… que zabe qué? quehtoy hahtar coño de ti y de tu madre, tanta
gilipollé ya…” uuuuuuhh… uuuuuh… – dije yo para mis adentros – “¿qué dices tú
de mi madre?¿qué estás harta de qué?¿me lo puedes explicar en mi lengua que
apenas te entiendo, puta loca?” y dijo ella sintiéndose amenazada total “me viá
í pa ti y verá…” y dije yo con mi escualidez y mis dos ojos muy abiertos y, lo
reconozco, con un ademán ordinario donde
los haya “mira que vas a salí escardá….”
Total, que el episodio perruno se quedó ahí. Pasó el tiempo, mi madre enfermó, gravemente además; nos la cruzábamos millones de veces en el portal, me costaba un huevo y medio manejar la silla y abrir la puerta a la vez, la tía zorra nunca la sostuvo ( la puerta digo… porque la silla habría sido una utopía ); venían las vecinas a casa según empeoraba mi madre a preguntar por ella, a verla, a saludarla; me saludaban todos y todas al encontrarnos en la escalera con ojos cariñosos cuando me veían perder peso y salud, ella no, ella se tocaba su boca rechoncha con su pulgar y su índice y, eso sí, miraba el suelo. Murió mi madre y quiso la vida que tras el sepelio, al llegar a casa, me la cruzara en el portal. Mentiría si dijera que no esperaba dos palabras suyas al menos, me habrían venido bien, habría creído en la bondad humana ante todo y sobre todo... Pero la tía mierda me hizo el día más difícil aún, me dio con la puerta en la cara.
Total, que el episodio perruno se quedó ahí. Pasó el tiempo, mi madre enfermó, gravemente además; nos la cruzábamos millones de veces en el portal, me costaba un huevo y medio manejar la silla y abrir la puerta a la vez, la tía zorra nunca la sostuvo ( la puerta digo… porque la silla habría sido una utopía ); venían las vecinas a casa según empeoraba mi madre a preguntar por ella, a verla, a saludarla; me saludaban todos y todas al encontrarnos en la escalera con ojos cariñosos cuando me veían perder peso y salud, ella no, ella se tocaba su boca rechoncha con su pulgar y su índice y, eso sí, miraba el suelo. Murió mi madre y quiso la vida que tras el sepelio, al llegar a casa, me la cruzara en el portal. Mentiría si dijera que no esperaba dos palabras suyas al menos, me habrían venido bien, habría creído en la bondad humana ante todo y sobre todo... Pero la tía mierda me hizo el día más difícil aún, me dio con la puerta en la cara.
El rencor es asqueroso,
no por nada, es decir, no me refiero a moralinas ni a gaitas, me refiero a que
se lo come el que lo padece y ninguno más, de hecho, yo creo que por esta mujer
no siento rencor, no quiero que le suceda nada malo, eso sí, tampoco quiero que
le suceda nada bueno. Indiferencia? no, tampoco es eso, no sé qué es, sólo sé
que hace diez minutos he vuelto a cruzármela en el portal, con su marido, y he
dicho “buenas noches” a su santo esposo mientras giraba los ojos hacia ella -porque él sí me saluda y a ella le jode- y sólo quería comprobar que es consciente
de eso, no para que vea en mí una amenaza sino más bien para que vea en qué
consiste vivir y todo cuanto se está perdiendo. A todo esto, su perro hace ya
algunos años que no vive, ella, supongo que deambula muerta desde hace puñados
de años más.
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