HABLAR POR DENTRO
Había una quietud incómoda, y sin embargo, todo se movía. El aire mecía con suavidad las mustias hojas de las palmeras; algunos caminantes vestidos con chándal paseaban y hablaban entre ellos; correteaban un par de perros y cinco niños jugaban a arrojarse desde un montículo de arena húmeda y probablemente sucia. Acababa de pasar un coche a su espalda impidiendo con su tenue rugido que siguiera oyendo el cantecito tímido de algunos pájaros.
Era una tarde atemporal, nublada, y lenta, muy lenta, tanto que la marea ni iba ni venía; estaba ahí con su grandiosidad de señora arrogante, no dejando siquiera que ni una sola ola perturbara su apariencia de espejo. Lisa y serena cual sopa fría no le quitaba los ojos de encima...
Desde el coche y entrelazando la vista a través de las reposadas barquitas repintadas, le preguntaba al mar acerca de todo y sentía mudo enojo cuando éste guardaba silencio. La ingenuidad de quien se cree poderoso no la dejaba ver que era en realidad el mismo océano quien la observaba a ella; la observó cada mes, cada semana, cada día que pasaba frente a él, y a veces el mar callaba para dejarla hablar por dentro.
2 Comments:
Espero que sirviera de algo y se escuchara...
Me ha gustado mucho, leyendo te teletransportas a ese lugar y te quedas tonto mirando la inmensidad.
SithWolf
Describes certeramente lo que sucede cuando te encuentras frente a la inmensidad de un horizonte. Si bien se trata de algo visual y los oídos parecen escuchar al mundo como pocas veces se da uno tiempo, en la mente se recrean otros escenarios y otros diálogos.
Muchos saludos desde Chile.
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