YO TAMBIÉN LO SIENTO
Vamos a enseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas. Eso. Eso mismo decían en “La Bola de Cristal”. Apenas entendía qué querían plantearme con aquella cabecera imposible, sin embargo, era una sección del programa que adoraba, como casi todas en él en realidad. El caso es que aprender está bien, faltaría más… pero está claro que uno aprende de otro “uno” que a su vez aprendió de otro y éste de aquél y aquél de… vale! es interminable… espirales infinitas de aprendizaje. Yo, sin ir más lejos, aprendí a pedir perdón, bueno, en realidad, aún voy por el cuadernillo número cuatro… pedir perdón no es moco de pavo y no se aprende en tres décadas, ni en ocho siquiera… pero bueno, más o menos se le pilla el rollo, no deja de ser un automatismo que nace en las vísceras de quien también aprendió el sentido común y cívico de la humanidad, es decir, lastimo, escucho a mi conciencia, sé que erré y, por tanto, reclamo perdón, porque lo siento y porque quisiera sentirme mejor… automático al fin y al cabo.
Yo creo que existe una vergüenza altanera a la hora de pedir disculpas, retractarse, humillarse ( entendiéndose esto último como la capacidad de verse uno a sí mismo como un ser humilde ) que nos lleva muchas veces a pedir perdón sin ton ni son o incluso a no hacerlo cuando sería de recibo. En realidad, lo que quiero decir es que aprendimos a asociar el hecho de pedir perdón con la consecuencia de haber hecho algo “malo” y, a estas alturas de mi vida, empiezo a pensar que pedir perdón es mucho más que eso. Cuando pides perdón, dices te quiero, das las gracias, desnudas tu pecho e, inconscientemente, la mayoría de las veces, creas un vínculo sagrado con quien sintió que lo reclamabas de veras.
Mi experiencia vital me ha llevado a plantearme ciertas reformas en mi sistema educativo interior y personal… en cuanto al perdón, por ejemplo. No podría seguir pensando que pedir perdón sea algo dificultoso, incómodo… algo que te hace bajar de tu pedestal divino para únicamente obtener la benevolencia y la paz para con quien ha de bendecirte con tan puro don si tengo en cuenta que mi madre, gravemente enferma, después de un momento de angustia en su enfermedad y de oír cómo yo le quitaba importancia a sus lamentos con palabras triviales y menospreciando su dolor ( nada más lejos de eso… sólo es otro mecanismo de autodefensa, también aprendido, para alejar pronto ansiedades y penas de su ser, que a la vez soy yo y es lo que más quiero en el mundo ) me dijera con ojos puros “hija, perdóname… “ .
Primero es necesario aprender, seguidamente es primordial vivir, a continuación, es imprescindible analizar y, después, si hay que desaprender, se desaprende… para empezar de nuevo la cadena, pero esta vez bien.
4 Comments:
Otro de esos sincronismos, no hay duda!! Llevo mas de dos meses hablando de este tema: me parece difícil seguir creciendo sin desaprender, algo que siempre he sabido y de hecho lo hago a diario, como una gimnasia, desde que tome conciencia de que todo lo aprendido no era lo que yo quería. Había que revisarlo, estudiarlo, analizarlo todo y desandar el camino donde fuera necesario.
Y claro que pedir perdón es decir; te quiero, me importas y mas cosas...sobre todo,que grande, cuando termina en un abrazo donde se funde el amor de una madre.
porque ma haces llorar. Roger
El amor con que veneras a tu madre es evidente. Recuerdo entradas anteriores donde reflejabas la angustia de una posible pérdida y la desolación encubierta en sonrisas, como el día de las campanadas.
Ahuyentar los temores con banalidades, es la mejor cura para ella.
El automatismo del que hablas es un proceso consciente versus inconsciente. Un dialogo realidad-ficción. Donde un error mínimo es una oportunidad de creación, o de cambio como bien dices.
Besos
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