LA PRISA MATA

El tiempo. El tiempo es relativo. ¿Por qué existe el tiempo como tal?, ¿por qué una hora son sesenta minutos y no ochenta y dos?, ¿por qué a veces tenemos la sensación de que todo pasa deprisa y otras tantas veces ocurre todo demasiado despacio?, pues probablemente eso suceda por el afán de control que domina nuestras atemporales mentes. Si no intentáramos controlar el tiempo evitaríamos las prisas, las pausas, los olvidos de fechas, los ridículos avisos digitales que nos persiguen por todas partes. Tendría que ser todo más natural, comer cuando se tuviera hambre, dormir cuando se tuviera sueño, recordar a las personas siempre o nunca y no sólo el día de su cumpleaños.

Mi visión del tiempo es tirana, inconformista e incluso pedante. Quizás por eso me mantengo joven. Mi tiempo pasa como yo quiero que pase y mis mayores prisas siempre me las impone el tic tac de mi pecho, jamás el reloj que últimamente descansa en mi mesita de noche, o mesita de día, claro ( hasta a la mesita queremos transmitirle el control del tiempo, ni que fuera mesita de noche y drag queen de día… ).

Por supuesto, vivo en este mundo, no he nacido en “Nunca Jamás” y sé que nunca tendré a Campanilla revoloteando sobre mis hombros, por eso miro la hora antes de ir a trabajar y la vuelvo a mirar un rato antes de salir, pero no quiero vivir encadenada a un segundero, ni basar mi existencia en un cúmulo de tareas programadas que tenga que realizar dentro de unos plazos, sencillamente es odioso.

La prisa mata, la lentitud detiene y el recordar exhaustivamente fechas, paraliza. Por desgracia, y como todos, el tiempo también me somete y, en ocasiones, se mete en mis sentidos. Sin ninguna duda puedo recordar qué hacía un día como hoy de hace dos o tres meses pero yo opto por proyectar lo que quisiera estar haciendo un día como hoy de dentro de dos o tres meses, o cuatro, o quince, o veinte… precisamente lo bonito de vivir es que no sabes por cuánto tiempo lo harás y como le dije hace poco a alguien, lo mejor siempre está por venir.