Mi Campo de Girasoles

sábado, 25 de agosto de 2007

MI MOTO


Ya no existe. Pero fue mi moto durante varios años. La rescaté del garaje de la madre de una amiga cuando se disponían a acabar con su vida injustamente... "No arranca", dijo la madre de mi amiga mientras yo oía una pequeña tosecilla que salía de sus pulmoncitos mohosos. "Ya arrancará", dije yo con una mezcla de chulería y autoconvicción... a ver qué cojones hacía ahora con la motito... Cuando al fin conseguí desprender el polvo y las telarañas de las zonas básicas tales como pedales, manillar, asiento... y motor, dediqué toda una tarde a empujar la moto con cara de no pasa nada, no me miréis, no necesito ayuda que yo la arranco... Estas motos eran una putada a la hora de hacerlas andar porque tenías que agarrar un pinganillo extraño que había justo debajo del freno de la izquierda a la vez que sobre la pata de cabra te dejabas caer haciendo una fuerza inhumana sobre uno de los pedales mientras la mano derecha aguardaba para mover el acelerador en su justa medida y propicio momento ( antes o después no podía ser porque la moto "se ahogaba" ), o bien, sustituías lo de dejar la moto quieta sobre la pata de cabra optando por empujarla por el suelo, eso sí, siempre agarrando ese pinganillo del que hablábamos y soltándolo solamente, y de forma estratégica y progresiva, cuando la moto hacía un sonido parecido al de una expiración. Era entonces cuando a tu mano derecha le salían un par de cayos en cuestión de segundo y medio, porque girabas el acelerador como si tuvieras que salir huyendo del Apocalipsis. Pero cuando arrancaba... era fantástico. El sudor se te enfriaba a cinco kilómetros por hora y a la vez que avanzabas los quince primeros metros ayudándote con un sano pedaleo, pensabas "va como un guante...", el amor propio humano es infinito...

A la hora de pintarla me divertí muchísimo. Tan vieja aún no soy, supongo que ya existían las pistolas pero, yo era demasiado grunge para eso, preferí una brocha!! y nada de limar asperezas ni limpieza exhaustiva antes de la pintura. Me lo pasé genial.

Por supuesto, esta moto tenía menos papeles que un conejo de campo, pero antes eran otros tiempos, había un civismo silencioso y un saber estar innato en las personas y raramente ocurría nada que te obligara a enseñar ningún papel.

Mi moto se hizo muy conocida, salta a la vista el motivo, e incluso una vez llegaron a robármela. Una vieja loca la cogió cuando la tenía estacionada en la puerta del INEM. Lo supe meses más tarde cuando me vinieron a contar que la habían visto camuflada con unos cartones dentro de un chalé. Allí llegué yo como el que va a rescatar a un hijo de entre las garras de yo qué sé qué... "vengo a por mi moto", y punto. "La cogí porque no era de nadie..., por eso le rompí el candado y la metí para adentro...", dijo la vieja loca mientras cuatro o cinco gatos le restregaban el lomo por sus piernas varicosas... cogí mi moto atónita y, dado el largo tiempo que había vuelto a estar parada, pasé otra linda tarde empujándola con cariño hasta oírla suspirar...

Siempre la llevaré en mi alma.




1 Comments:

At 8:53 p. m., Blogger SithWolf said...

madre mía, que moto...

lo mejor que puedo decir de ella es que eres muy valiente! :-D

es que no me gustan las motos... pero tu historia si que me ha gustado.

SithWolf

 

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