LLÁMALO X
Black Sabbath aporreaba mis latidos. Entonces ocurrió. Te escribí. Te ensoñé y te analicé. Al hacerlo, vi una mugre asquerosa dentro de una de mis entrañas, en una sola… fue suficiente. Suficiente para entender mi hipocresía, mi desprecio a lo que no vende, a lo que estúpidamente, me hace tener menos caché, o eso creía yo…, los golpes de la vida contra sus putas rocas me hicieron sentir especial, dura, experimentada y digna de lo mejor, ya fuera venidero o existente. La diva de la basura, la reina del pop de barrio, la musa de quien no se considera sencillo en sus pensamientos, la diosa de los que sin llegar a escapar nunca de su agujero pasan toda una vida elaborando pautas para hacerlo, la dama enmascarada de marujilla simpática, el bicho arduo en cultura y frágil en competiciones de sabios, el monolito que baila a solas ante un Moulin Rouge colmado de muñecos polvorientos…, la loca disfrazada de cuerda y la cuerda con ojos de loca. La sacudida, paradójicamente, me hizo intentar dormir. Dormir es zanjar, poner el punto y la coma, cambiar el párrafo y a veces, pasar la página. Pero biológicamente dormir es sólo eso, dormir. El renglón torcido sigue. Los renglones torcidos de Dios. Los renglones torcidos. Mis renglones. Mi dormir. Biología pura. Pura y dura. Dormir sólo sirve para eso. La realidad torna a otro color tras el sueño y, a pesar de todo, sigue siendo la misma realidad. Necesito hablar contigo. Escucharte. Mostrarte mis infinitos iris contagiados del espesor de los tuyos. Jamás preguntes por qué, contando con que conozca la respuesta ésta llegará tarde y aun así, jamás querré contestarte. No desesperes, yo no lo hago.
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