Mi Campo de Girasoles

viernes, 16 de abril de 2010

LAS PUTAS DEL AVERNO


Me habría gustado tener las alas de Ícaro, el rayo poderoso y cabrón de Zeus, el martillo contundente de Thor y hasta los anillos de Saturno... el caso es que lo único que tenía era un dolor abdominal y de riñones que ni uno solo de los remilgados dioses clásicos hubiese soportado ni paliado aún comiendo néctar... de pronto, un pensamiento dantesco me atravesó la cabeza. Recordé esos textos satánicos y esas frases sentenciosas que aparecen en algunos libros o en el cine cuando los exorcistas y beatos enfermizos se refieren a la mujer y a su relación directa con el diablo... que si la perra de los avernos, que si la zorra de Satán, la esclava del mal, la pecadora malvada... qué sé yo... probablemente, todo ello inventado por hombres envidiosos y torpes, claro... sin embargo, con cada manifestación de dolor punzante en cada uno de mis riñones, me sentía como si el propio Lucifer estuviera hurgando con una de sus garras de largas uñas dentro de mis entrañas... además, este tipo de dolor duele en el alma... a pesar de los ibuprofenos y los anti inflamatorios sabes que el pesar es inevitable y, digamos que, te tiene que doler, con lo cual al sufrimiento se une sin más remedio la resignación. Te resignas sin más y esperas a que pase. Claro, te resignas porque, seguramente, todo sea fruto del merecido castigo que te impusieron los castos, los listos, buenos, puros y celestiales cuando la nada era nada y el mundo un boceto por haber nacido mujer y por ser hija de la puta del averno o incluso ella misma...

Está claro que a mi los dolores menstruales no me ponen triste, ni violenta, ni sensible, ni vulnerable... debo de ser un tipo diferente de mujer o, al menos, diferente a todas las mujeres que frecuentan esos hombres que narran los ciclos menstruales de las mujeres que les rodean y con las que en cualquier forma conviven como si al observarlas estuvieran contemplando un animalillo dolorido y llorón encima de un nenúfar... a mi, sin embargo, no me gustan mucho los nenúfares, son húmedos y verdinosos... a mi este tipo de dolor y de malestar me hace entretenerme pensando. Algunos meses pienso por ejemplo en por qué la Seguridad Social no me suministra esos enseres pensados para la higiene femenina que cuestan más que el mismísimo ibuprofeno..., otros meses pienso en ir a comprar una bolsa de agua caliente, algunos meses barajo la posibilidad de cambiar los muebles de sitio, y, la mayoría de los meses, pienso en historias imposibles como esta de hoy, historias de furcias del infierno que están condenadas a sufrir por haberse aliado con el mal... claro que yo no tendría que pensar estas cosas si alguna vez alguien no lo hubiera insinuado antes... ya me insinuaron otra vez algo de yo no sé qué con una manzana y un árbol y un hombre que únicamente estaba buenorro o algo así... y aquello me proporcionó un pequeño quebradero de cabeza de tan sólo una tarde, que digo una tarde... sólo me duró el quebradero un ratito de uno de esos días en los que me gusta ser mujer. En fin.