Mi Campo de Girasoles

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA PRISA DEL MÁS LENTO


Prefiero sentirme como un francotirador, en serio que sí. Una vez empiezo el día, ya fuera, en la calle, casi como en un ritual, voy realizando mis movimientos ya aprendidos por el uso. Normalmente camino rápido, suelo hacerlo así siempre, pero cuando me dispongo a desaparcar el coche de la calle lo hago sin dejar notar la prisa de quien no quiere llegar tarde a trabajar y por ello empieza a sacar a la vez que avanza por la acera las llaves del bolso. Yo no. Yo, con la mano dentro de aquél, voy colocando estratégicamente las llaves, la radio, el móvil, el tabaco y el mechero. Cuando doblo la esquina y comienzo a caminar por la calle de mi aparcamiento jamás lo hago por debajo de la acera, algún vehículo a ritmo pausado podría estar observándome… con lo cual, opto por aminorar el paso y dejo que los que circulan me adelanten; una vez despejada la calle, bajo de la acera y abro el coche, subo, cierro y no meto la llave en el contacto hasta que no he colocado el móvil, el tabaco y el mechero en el hueco de delante del freno de mano, el bolso correctamente en el asiento del copiloto, la bolsita con el desayuno delante de éste y el frontal de la radio en su sitio. Llegado a este punto, miro de soslayo por el retrovisor y me agrada comprobar que nadie lanza una intermitencia hacia la derecha detrás de mí y es entonces cuando siento la tranquilidad malévola del francotirador escondido en su agujero, sólo suyo… Me complazco con el sosiego de saber que nadie me aprecia en su campo de visión y me reconforta contemplar mi rifle, mis balas, mi objetivo con las formas caprichosas de una radio, un móvil, un paquete de tabaco o una botella de agua… me siento lista para disparar. Y disparo. Selecciono a mi antojo y sin ninguna prisa el intérprete, el álbum y la canción con la que quiero comenzar el día, aprieto el gatillo del “play”, giro contacto y zumba!


A la mierda tanto agonía con cara ansiosa y gesto agonizante preguntando con las manos, con los ojos y con su puñetera madre “¿te vas?”… Pues claro, gilipollas, claro que me voy; lo que no voy a hacer es estar aquí sintiendo tu asquerosa prisa sobre mi nuca, soltando mis cosas de cualquier forma dentro del coche, dejando en un recóndito lugar de mi bolso el cigarrillo que querré fumarme nada más meter segunda o jugándome la vida metros más tarde para escuchar algo decente en la radio. Tampoco voy a sacar medio cuerpo por la ventanilla para decirte a ti y a los que hacen sonar el claxon detrás de ti que hay que inspirar por la nariz y expirar por la boca como he hecho en otros tiempos. Yo me voy, pero me voy jugando al juego del francotirador y disparándote un dardito de tiempo, el tiempecito que vas a tardar en encontrar otro hueco en el que dejar tu coche y que te habrías ahorrado si en lugar de llevar esa jodida prisa hubieras estado relajado y, por consiguiente, observador. En ese caso, sólo con mirar lo que nunca ves, te habrías dado cuenta de que yo, tranquila y sin demora, te iba a dejar mi sitio gustosamente.