SSSSSSHHHHHHHH...........
Sssssshhhhhhhh….. a veces la cordura toma estos fonemas… mejor así. No por ello existe un vacío, eso jamás. No creo en los vacíos. Me jodía ya de chica el diagrama de Venn y las paranoias aquellas con las que te introducían al fantástico mundo de las matemáticas; ya era fastidioso e insidiosamente toca pelotas el hecho de entender que podía existir un “conjunto” en alguna parte que, a fin de cuentas, no era más que un amago de circunferencia trazado por la mano de una profesora mediocre con poco tino en una pizarra carcomida por los años, la humedad y los ojos de niños resabiados como yo, como para encima tener que imaginar un conjunto lleno y un conjunto vacío… pero lleno de qué, carajo? te pintaban ahí dentro unas especies de pelotitas ( eso era el día que la profe había dormido satisfecha ) o números a diestro y siniestro ( ese día la profe ovulaba con todo el dolor que la mano de Dios arrojó sobre Eva un fatídico día paradisíaco…) y tú, absorto, en tu pupitre rígido y chirriante te veías en la obligación de percibir algo… luego ella, como un mago, pintaba con más asco que dotes artísticas, otro amago de cuerpo redondo que se enlazaba con el que estaba lleno de “cosas” ( llámalas pelotitas, llámalas números, llámalas X…) y lanzaba al aire ( y una mierda al aire, te la lanzaba a ti… sí, al palurdo primerizo del pupitre chirriante ) una pregunta tan inquisidora como absurda: “si el conjunto vacío enlaza con el lleno abarcando alguno, varios o todos y cada uno de los elementos que lo componen… ¿sigue siendo un conjunto vacío?”. En ese momento, algunos compañeros se sacaban un moco, otros sollozaban, más de dos y de tres tiraban un lápiz al suelo para entretenerse en recogerlo, otros tantos adoptaban la expresión corporal y facial del autista más autista del mundo y yo, redicha hasta decir basta, y sin apenas levantar la mano ( siempre me pudo el orgullo y siempre supe que tenía que hablar sin pedir permiso ) enunciaba: “ No. El conjunto vacío pasará a ser un conjunto lleno y a su vez formará un subconjunto…” . Arsa. Ahí lo llevas. Odiaba aquello. Odiaba que me felicitaran por la respuesta, correcta en aquel contexto por otra parte…, pero lo odiaba. A lo mejor, y sólo a lo mejor, ya comprendía que la organización social no era más que una macro secta y que aquella respuesta no era más que lo que aquella muchacha con ropa de mercadillo y peinado del “Hola” o del “Diez Minutos” esperaba oír. Yo seguía viendo garabatos de colores, seguía contemplando números o pelotitas rodeados de una línea y, lo que para mí era más importante y lo sigue siendo hoy, yo nunca vi un conjunto vacío… yo veía una especie de circunferencia llena llenísima del verde de la pizarra, o de viento, o de polvo de tiza o de lo que a mi me diera la gana en ese momento… y punto. Vacío. Qué gilipollez. Así va el mundo…
Aún no encontré nada vacío. Nada. Ni siquiera la nada es vacío. La nada es algo porque en nuestra mente existe un concepto de nada, ocupa un espacio mental y conceptual, por tanto la nada es algo… te cagas… si la nada es algo, ya no es nada… pues eso. Es bien distinto que lo contenido en un continente tenga traducción inteligible o no, pero no por ello merece el continente ser tachado de recipiente vacío… no hay nada vacío, no hay inexistencias, lo que hay existe. Por eso, hay veces que es mejor un sssssshhhhhh que un algo amorfo, el ssssssshhhhh es como el gusano encapullado que macera, prepara, entrena y, finalmente, vuela. Adoro los silencios porque adoro los estruendos que producen.